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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Se descubrió que las pulseras Power Balance no tienen ningún beneficio




22 NOV 2011 21:17h  LA RAZÓN DE BUENOS AIRES

IRRUMPIO EN EL MERCADO EN 2009

La empresa quedó al borde de la quiebra. Deberá indemnizar con 57 millones de dólares a un grupo de clientes que presentaron una demanda por publicidad engañosa. El llevarla puesta causaba supuestamente tener más “equilibrio, fuerza y flexibilidad". Pero no se comprobó científicamente...
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EL BLOG OPINA
                                     Es inaudito que tanta gente resulte engañada por creer que una pulsera de goma de 30 dólares sea una panacea milagrosa. Está claro que sus inventores son unos fulleros del año uno. ¿Hay alguien que lo dude? y también ¿Dudará alguien que los que las compraron esperando sus beneficios son unos tontos formidables?

Según informó la página web TMZ, la compañía se va a declarar en bancarrota alegando su imposibilidad para afrontar la millonaria multa. El producto en cuestión, una banda de silicona o neopreno con un holograma, se vendía con la promesa de que equilibraba la energía natural del cuerpo y fue utilizada por varios personajes famosos.

Un grupo de consumidores presentó una demanda colectiva el pasado enero ante una corte federal de Los Ángeles asegurando que fueron engañados cuando la empresa les ofrecía un producto científicamente probado, que prometía mejorar el equilibrio, la flexibilidad y la fuerza. Y argumentaron que el objeto "no tenía más poder que el que se puede esperar de un simple trozo de goma".

En Estados Unidos se comercializan por unos 30 dólares y en Argentina sale alrededor de 150 pesos. Ahora los fundadores de la firma, los hermanos Josh y Troy Rodarmel, reconocieron que "el equilibrio, la fuerza y la flexibilidad" atribuidos al producto no tenían base científica...

domingo, 6 de noviembre de 2011

La Apoteosis de Él


EL BLOG OPINA

                                 Excelente nota de Martín Caparrós. La muerte es un componente inevitable de la vida y no es malo morirse. Tampoco es malo que se recuerde a los muertos. Todos tenemos muertos queridos y deseamos que en el más allá estén en la Gloria. Pero utilizar a los muertos para revivir a los vivos es una actitud francamente indigna, más cuando se trata de un muerto propio. El culto a la personalidad es un vicio de viejo cuño, pero desde hace ya tiempo se ha transformado, -sin perder en absoluto su atributo-  en una muestra de mal gusto. Más aún cuando ese "culto", se sustenta en un ser desaparecido. Eso desconocemos si lo sabe el gobierno y si lo sabe no le importa. Lo que sí está seguro es que le funciona. Los malos y los buenos gobiernos que han administrado el país, desde el fin de las dictaduras militares hasta el día de hoy fueron elegidos constitucionalmente, es decir con votos. El gobierno actual no difiere mucho del anterior y la oposición tampoco. Se nos ocurre pensar que la política es un excelente negocio para los políticos, para todos, los que están del lado de aquí y también para los que están del lado de allá. El pueblo no lo ve, o no lo quiere ver...

 LA APOTEOSIS DE ÉL 

Por:  27 de octubre de 2011 EL PAÍS.COM

Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) es escritor y periodista, premios Planeta y Rey de España. En España, su libro más reciente es Contra el cambio; en Argentina, Argentinismos.

                            Todas las muertes son tristes, despiadadas; muy pocas son útiles. Si hay una que, más allá de legítimos dolores, lo fue, fue la del ex presidente Néstor Kirchner, de la que hoy se cumple un año triunfal.
Alguien, en estos días, subrayó que los tres presidentes –peronistas, por supuesto– que fueron reelectos en la Argentina contemporánea tenían algo en común: tanto el general Perón como el doctor Menem y la doctora Fernández habían sufrido, en los meses de su reelección, la muerte de un pariente muy cercano: dos cónyuges, un hijo.
Yo no lo tenía presente cuando escribí, hace dos años, el artículo más raro que publiqué en mi vida. Era el 15 de mayo de 2009, la popularidad de los doctores Kirchner estaba en mínimos históricos, y yo solía armar unas historias que parecían ficción para la contratapa de Crítica de la Argentina. Ésta se llamó La solución final, y contaba la historia de un "Comando Conspiraciones" que se preguntaba cómo hacer para ganar las elecciones que el kirchnerismo, entonces, tenía casi perdidas. La conclusión era clara y espantosa, y el Comando decidía seguirla hasta sus consecuencias más letales.
"–¿Y entonces?

–No se hagan los boludos, muchachos, que me entendieron perfecto.

Los tres hombres se miraron como se miran los que no quieren ver lo que están viendo: la esposa manoteando una entrepierna ajena, el telegrama de despido, aquella foto de sus veintiuno.

–¿Vos querés decir que para que hagamos una buena votación en junio se tendría que morir alguien?

Le preguntó despacito el segundo, muy flaco, barba rala, sus ojeras.

–Vos sabés que estoy diciendo eso.

–¿Pero quién, animal, de quién estás hablando?

–¿De quién voy a estar hablando?

El mozo llegó con la segunda botella de montchenot y un par de provoletas bien doradas. El tercer hombre, pelo largo entrecano, prestancia de caudillo antiguo, amagó una sonrisa: ¿pingüino o pingüina?

–Veo que ya nos vamos entendiendo."
Meses más tarde la realidad se hizo cargo de las fantasías del Comando. El doctor Kirchner se murió de una muerte que todos le anunciaban y él no llegaba a imaginar. Ese día publiqué una columnita en El País diciendo que “en la Argentina no hay político más poderoso que la muerte –y vuelve y vuelve y no nos suelta”.
Ahora, a un año de su fin, el doctor Kirchner ya es una comisaría de Resistencia, la ruta 40 de San Juan, una calle de Tucumán, la avenida principal de Río Gallegos, la costanera de Caleta Olivia, el centro integrador Puerto Esperanza, Misiones, una calle de Paraná, una plaza de Ushuaia, un hospital de Florencio Varela, la sede de la Unasur en Buenos Aires, el Torneo Clausura del Fútbol argentino, la ruta 66 de Jujuy, una escuela y un barrio de Albardón, San Juan, un barrio de viviendas sociales en La Plata, una escuela en El Impenetrable, una comisaría en Puerto Rico, Misiones, un centro de estudios “para la integración de los pueblos latinoamericanos” en Buenos Aires, una escuela de Santiago del Estero, un cine-teatro en Palpalá, Jujuy, una calle y una plaza en San Vicente, un puente de Cosquín, un túnel vial en Carupá, el auditorio del Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora, la ruta de entrada al Parque Nacional Pre-Delta en Entre Ríos, el aeropuerto de Villa María, la terminal de ómnibus de San Rafael, la terminal de ómnibus de Santiago del Estero, la terminal de ómnibus de Jujuy, el acceso principal de Pehuajó, un paseo costero en Calafate, una plazoleta en la ciudad de Buenos Aires, la ex ruta provincial 26 en Pilar, una plaza de Escobar, una beca para estudiar en Nueva York, un túnel de 800 metros en José C. Paz, un barrio de viviendas sociales en Tartagal –y siguen firmas, proyectos, nominaciones varias. No hubo aviso oficialista en esta campaña electoral que no lo tuviera entre sus imágenes más repetidas.
Hoy, entre otras cosas, se inaugurará su mausoleo en Santa Cruz; es lo que los antiguos llamaban una apoteosis: el momento en que un hombre era ascendido a dios –o esa versión moderna del dios que convinimos en llamar mito: los Grandes Muertos Siempre Vivos. Los mitos suelen ser una construcción lenta, un efecto de años y de muchos; aquí, ahora, el contrasentido de un mito instántaneo creado por el poder se desarrolla ante nosotros. Es curioso -un privilegio raro- ver cómo se arma un mito: con qué herramientas, recursos, firuletes. Por supuesto hay, para empezar, un relato totalmente sesgado de la vida de un hombre que, como todos, hizo cosas muy dispares -pero la historia mitificadora elude su apoyo a ciertos militares de la Dictadura, su largo rechazo a los defensores de los derechos humanos, su relación con Carlos Menem, su participación en la entrega de los recursos nacionales, sus negocios turbios. El mito se alimenta de otros ritos: su nombre se ha vuelto el nombre de innumerables cosas pero su viuda nunca lo pronuncia; todo lo nombra menos ella, que lo nombra sin nombres, como si no necesitara nombres, como si todos los nombres lo nombraran: sigue diciendo Él,como quien nombra a aquel dios innombrable y vengativo de la Biblia.
El mito se alimenta de esos ritos, y los ritos no paran, no pueden parar si quieren cumplir su cometido. Hoy los habrá por toda la Argentina, de todas formas y colores, con más y menos contenido, con menos y más magia. Ninguno, quizá, tan prístino como el de la señora Bonafini, que lidera desde hace treinta años a las Madres de Plaza de Mayo y esta tarde conducirá una radio abierta para “hablar con él”. “Se cumple un año del día en que Néstor, sin avisarnos, se mudó a otro planeta. Pero aunque no nos avisó, porque se fue de golpe, nos dejó un legado increíble de enseñanzas políticas”, dice su comunicado. Por eso, dice, hoy “hablaremos con él y le agradeceremos todo lo que nos dio”.
El diálogo recién está empezando -y dirá tanto sobre la Argentina.
PD: hoy estuve escuchando mucha radio sobre el aniversario de la Muerte, y entendí algo más de mi incomodidad con la construcción del personaje heroico: fue por la cantidad de veces que oí decir que "gracias a Néstor tal, gracias a Néstor cual", que se hace inversamente proporcional a la cantidad de veces que se dirá que "gracias a los argentinos, gracias al pueblo, gracias a tales o cuales militantes".
Es la utilidad del jefe: cuanto más espacio ocupa el líder, menos queda para sus seguidores. Entonces hoy todos hablan de cómo "gracias a Néstor se juzgó a los represores de la Esma"; no dicen que fue porque miles y miles de personas se pasaron años en la calle y estallaron en 2001 y obligaron a ciertos políticos menemistas a tomar en cuenta reclamos que nunca habían atendido; no, es "gracias a Néstor". Para eso sirven las estatuas.