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domingo, 3 de enero de 2016

Clientelismo langostero



Andrés M. Carretero*

                                             Hubo una época que se extendió hasta bien entrada la década de 1940., en que los campos de la provincia de Buenos Aires recibían la visita anual de las langostas.
Venían del norte y se dirigían hacia el sudoeste, siguiendo el rumbo marcado por los campos sembrados con cereales u oleaginosas.
Aparecían en densas nubes y su paso quedaba marcado por la desaparición de todos los vegetales, provocando la ruina de los chacareros en las pocas horas que duraba su permanencia. Y la desesperación de los placeros de los pueblos que veían arruinados meses de trabajo, para embellcer los canteros y la pérgola de la plaza principal que estaba a su cuidado.
Cuando aparecían las nubes de langostas ya nada podía hacer el agricultor pero, como el ciclo de sus pasos era más o menos repetido en tiempos previsibles, lasa autoridades distribuían en las municipalidades, chapas de cinc, palas y combustibles.
Para combatirlas se cavaban zanjas que se rodeaban con las chapas, Luego se procedía  arrearlas con trozos de bolsas agitados por veine, treinta o más hombres, que trtataban de cortar el rumbo y llevarlas a las zanjas, donde esos mismos hombres u otros derramaban combustibles –casi siempre nafta- y tras avisar a los otros trabajadores, les prendían fuego, para matar a las langostas, sin importar la etapa de su desarrollo.
Terminada esta tarea localizada, se seguía con las zanjas, las chapas y el fuego, pero estos trabajos no servían para salvar los sembrados. Las langostas dieron pábulo para el clientelismo político, manejado casi a la perfección por los caudillos del conservadorismo o radicalismo, pues los hombres que trabajaban en los campos para matar las langostas, recibían un pequeño estipendio, cobrado al finalizar el día en la municipalidad de cada partido.
Está demás decir que ese empleo momentáneo y mal remumerado era discrecionalmente manejado por los caudillos, que así sostenían a sus votantes “voluntarios”.
Hubo caudillos de que antes de dar el trabajo les quitaban la libreta de enrolamiento, para asegurarse los votos.
Ese mismo procedimiento se usó, para la época   de la poda de los árboles de las calles, que duraba menos de una quincena, o para recorrer los caminos vecinales emparejando las banquinas.
Cada caudillo tenía “su” grupo de trabajadores que le era fiel, por el acuerdo tácito del trabajo por votos, que fue una de las características más perdurables de la superada “política criolla”.
Fue una superación de la época en que el caudillo, para imponerse en las elecciones, usaba a los matones, herederos de Juan  Moreira.

*Historiador  (1927-2004), nacido en Bragado Pcia. de Bs. As. Entre sus obras se destacan los 3 tomos  de Vida Cotidiana en Bs. As, Planeta 2000-2001.
Publicado en Crónicas Bonaerenses (Tomo 1) de Lulemar Ediciones de Antonio Nilo Pelegrino (2003)

EL BLOG OPINA:


                          El autor no imaginó en su artículo, que la “política criolla”, que incluye a los "matones a lo Juan Moreira", expresiones ambas de rigurosa actualidad, no lograron desaparecer, como la langosta en aquella época. El clientelismo siempre está latente y vuelve a brotar cuando encuentra oportunidad. Un claro ejemplo de la sinvergüencería política argentina tiene una actualidad sorprendente: el ominoso  kirchnerismo , a pesar de ser derrotado en una difícil elección, como  plaga de langosta aún pulula en la república. Evidentemente nunca se termina de aprender…