Pedro B.Palacios "Almafuerte" |
Ignacio Ruiz-Quintano - EL PAÍS Madrid
10 de junio de 2011
10 de junio de 2011
Camba hubo de salir fuera para darse cuenta de que el gran vicio de Francia era la mujer, y el alcohol, el gran vicio de Inglaterra.
–Si Inglaterra es un pueblo muy casto es porque es un pueblo muy borracho.
España, para vicio supremo, sólo puede ofrecer el hambre. Incluso la proverbial pasión del alma española sólo constituye una confusión con la necesidad de carne.
–¿Es que está demostrado que el estómago no es la residencia del alma?
Se hace entrañable pasar muy de mañana por la calle dela Ballesta y que señoras augustas por vetustas inviten a los caballeros a “cariño verdadero”, que en esa calle tiene Rosalía de Castro placa puesta en el portal donde cultivó su flor:
–¿Por qué si tras él corrí? / ¿Por qué si hasta aquí llegué? / ¿Por qué si tanto esperé / a verle más no volví?
Cuando llegué a Madrid, en esa calle papeaban a dos carrillos los “snobs” de la intelectualidad, y a mí me llevaba un tábano del casticismo, Rafael Herrero Mingorance, a verlos comer.
Ahora me sobrecoge ese mural de la sicalipsis evocador de la luz violácea que Gironella atribuía a esas tiernas mujeres que prolongan los muros, humanizan los faroles y entibian las esquinas.
Al frígido Borges lo impresionaba de Almafuerte su vecindad con un prostíbulo cuya dueña le envió una noche una fuente con empanadas calientes:
–Al otro día Almafuerte fue personalmente a devolver la fuente, y les agradeció a las mujeres con estas palabras: “Muchas gracias por las empanadas, señoras putas.”
Me gustala Ballesta porque huele a cortesías y verdades que nada tienen que ver con Casa Perico.
–Si Inglaterra es un pueblo muy casto es porque es un pueblo muy borracho.
España, para vicio supremo, sólo puede ofrecer el hambre. Incluso la proverbial pasión del alma española sólo constituye una confusión con la necesidad de carne.
–¿Es que está demostrado que el estómago no es la residencia del alma?
Se hace entrañable pasar muy de mañana por la calle de
–¿Por qué si tras él corrí? / ¿Por qué si hasta aquí llegué? / ¿Por qué si tanto esperé / a verle más no volví?
Cuando llegué a Madrid, en esa calle papeaban a dos carrillos los “snobs” de la intelectualidad, y a mí me llevaba un tábano del casticismo, Rafael Herrero Mingorance, a verlos comer.
Ahora me sobrecoge ese mural de la sicalipsis evocador de la luz violácea que Gironella atribuía a esas tiernas mujeres que prolongan los muros, humanizan los faroles y entibian las esquinas.
Al frígido Borges lo impresionaba de Almafuerte su vecindad con un prostíbulo cuya dueña le envió una noche una fuente con empanadas calientes:
–Al otro día Almafuerte fue personalmente a devolver la fuente, y les agradeció a las mujeres con estas palabras: “Muchas gracias por las empanadas, señoras putas.”
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El vocablo "puta" es el apropiado para dar nombre a una profesión, que no significa nada de malo y generalmente se lo cambia por el eufemismo "prostituta" por razones de elegancia y recato en la dicción. De una forma u otra la situación no cambia. Suponemos que a una dama que se ocupa de esos menesteres, le debe dar lo mismo que la traten con uno u otro vocablo, siempre que lo hagan con respeto y cortesía. Lo que no sabemos es la forma como el poeta se expresara. Muchas veces lo importante no es lo que se dice, sino como se dice. Seguramente Almafuerte no tuviera la menor intención de ofender y menos aún a unas damas que le obsequiaran tan gentilmente. Tendría la virtud de hablar como solía hacer poesía: sin eufemismos...
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