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lunes, 15 de mayo de 2017

El secuestro que marcó los años de plomo en Argentina



Jorge Born, durante su secuestro. PACO FELIZ

LITERATURA Lanzamiento en España
www.elmundo.es › Cultura


                                    Se publica en España el best seller 'Born', que narra una de las acciones más audaces de la guerrilla Montoneros "El secuestro de los hermanos Born es un drama de rasgos universales", asegura su autora, María O'Donnell

CÉSAR G. CALERO Buenos Aires
25/03/2016 11:19

                                                Es posible que en la historia de la violencia política no haya habido un secuestro más raro que el de los hermanos Born. Y tuvo que ocurrir, cómo no, en Argentina. Una historia inverosímil que arranca en septiembre de 1974 con una audaz acción armada de la guerrilla Montoneros contra los dos hijos del magnate Jorge Born. Quince años más tarde, el líder guerrillero que ordenó el secuestro, Mario Firmenich, destinaría una parte del millonario rescate a la campaña electoral del más neoliberal de todos los dirigentes peronistas: Carlos Menem.Ese enredo criollo lo desmenuza con fuentes de primera mano y ritmo de thriller la prestigiosa periodista argentina María O'Donnell en el libro Born (Debate), de reciente aparición en España. O'Donnell, que en menos de un año ha vendido 100.000 ejemplares en Argentina, logró que el protagonista principal de aquel episodio, Jorge Born, hijo, hoy un jubilado de 82 años, rompiera su silencio y le relatara minuciosamente los detalles de la trama. "El libro es ante todo una historia humana, un drama de rasgos universales", sostiene la autora en conversación con EL MUNDO.El 19 de septiembre de 1974, un comando de la guerrilla peronista secuestra en el centro de Buenos Aires a los dos hijos de Jorge Born, dueño de la compañía Bunge & Born y uno de los empresarios más acaudalados e influyentes de Argentina. Montoneros estaba en pleno proceso hacia la clandestinidad. El general Perón acababa de morir y la guerrilla había roto puentes con el Gobierno de su viuda, Isabel Perón. Un retorcido secuestro El comando actuó de forma quirúrgica. Los guerrilleros inmovilizaron el coche donde viajaban los Born y mataron al chófer y al gerente de la empresa. Juan y Jorge Born, que entonces frisaban en los cuarenta, permanecerían seis y nueve meses, respectivamente, en una "cárcel del pueblo", custodiados por los jóvenes activistas que habían declarado la guerra revolucionaria al Estado. Pero el plan no saldría tal y como lo había diseñado Firmenich, el líder de Montoneros.El inesperado rechazo del magnate a pagar los 100 millones de dólares exigidos por los guerrilleros dio lugar a una larga y tediosa negociación, encauzada solo gracias a la determinación de Jorge Born, hijo, un personaje de la alta sociedad que descolocaba a sus jóvenes captores, con los que acabó discutiendo en su cautiverio sobre lo divino y lo humano. La guerrilla acabó arañando al viejo Born 60 millones de dólares, una suma descomunal para la época. Ya tenía su ansiado botín para financiar el paso a la clandestinidad. Pero a los "imberbes" militantes, como los había llamado Perón, se les presentó entonces un problema logístico: cómo mover toda esa plata. Y ahí la historia del secuestro da un giro todavía más novelesco. "Aunque los líderes montoneros no querían depender de potencias extranjeras como China o la URSS, al final decidieron enviar una parte del dinero a Cuba, y allí acabarían exiliándose tras el golpe de Estado de 1976", explica O'Donnell. El resto del dinero le fue confiado al denominado "banquero" de Montoneros, David Graiver, para que blanqueara los dólares en los mercados internacionales. Pero Graiver se mató en un accidente aéreo (hay versiones que apuntan a un atentado) y el dinero, 16 millones de dólares, se esfumó.Dudas razonables-¿Qué hicieron los montoneros con el dinero del rescate que no se perdió?-El dinero de Cuba lo fueron sacando poco a poco. Una parte se destinó a financiar la contraofensiva fallida que lanza Montoneros contra los militares. Y, curiosamente, otro monto fue aportado a la campaña electoral de Menem en 1989. Más tarde, Firmenich, condenado únicamente por ese secuestro, fue indultado por Menem junto a los militares de las Juntas. Otro líder montonero que participó en el secuestro, Rodolfo Galimberti, acabaría incluso asociándose con Jorge Born. Estaba muy enojado con Montoneros y se había mostrado en desacuerdo con la estrategia de la contraofensiva. Y Born estaba obsesionado con recuperar su plata. Al final, Galimberti consiguió entregarle una bolsa con varios millones de dólares. -¿Por qué cree que Born se prestó a hablar ahora tras años de silencio?-Son cosas del azar. Él es un jubilado que deposita la confianza en mí sin saber lo que yo estaba escribiendo. Solo le iba mostrando las transcripciones de nuestras conversaciones. Creo que al hablar del secuestro se veía de nuevo desde el lugar de la víctima. Para él, es un asunto ya cerrado e incluso se mostró de acuerdo con los indultos aprobados por Menem en su día.-Curiosamente, esa historia rocambolesca tiene una conexión con España. Firmenich e Isabelita Perón viven ahora en Barcelona y Madrid, respectivamente.-Así es. Uno de los primeros contactos de Firmenich cuando llegó a España fue Manuel Vázquez Montalbán, que incluso se inspiró en su figura al escribir Quinteto de Buenos Aires. La izquierda española siempre tuvo simpatía por las guerrillas peronistas que operaban en la Argentina en los años 70; una izquierda que jamás hubiera tenido esa simpatía hacia ETA, por ejemplo. Los Born, por su parte, también tienen su particular conexión española. Les fascinaba el proceso económico del franquismo y llegaron a instalar una procesadora de aceite de soja en Valencia. -¿Cómo ve la sociedad argentina hoy esa etapa de violencia política y represión, ahora que se cumplen 40 años del golpe del 76?-Por un lado hay un gran consenso social a favor de los juicios contra los militares por crímenes de lesa humanidad. Pero también hay víctimas de la guerrilla que sienten que no han tenido un reconocimiento del Estado, como la familia del chófer de los Born, por ejemplo. Sienten que a ellos nunca se les trató como víctimas de esa violencia política.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Cómo Chile ayudó a los británicos en las Malvinas


SIN ESE RESPALDO "HUBIÉRAMOS PERDIDO" LA GUERRA, DICE OFICIAL DE LA RAF

Sin la ayuda de Chile, Gran Bretaña "hubiera perdido" la guerra de las Malvinas, afirma Sidney Edwards, oficial de la fuerza aérea británica (RAF), que en 1982 viajó a Santiago con la misión de conseguir el apoyo del régimen de Augusto Pinochet.

Nuevos datos salen a la luz sobre el conflicto. Foto: AFP. EL PAIS URUGUAY

TEMAS
Argentina - Rusia - Augusto Pinochet - Gran Bretaña - Guerra de las Malvinas

LETCHWORTH - REINO UNIDO AFPsáb jul 12 2014
Edwards, vicecomodoro en la época, escribió un libro de memorias sobre su experiencia en Chile, "My Secret Falklands War", que se publicará a fines de julio.

"Hubiéramos perdido la guerra" porque "no hubiéramos podido responder a los ataques aéreos que lanzaban los argentinos si no hubiéramos sabido cuándo iban a producirse", explica Edwards, de 80 años, en un café de Letchworth, el pueblo a media hora de Londres en el que reside.

La estación de radares de Punta Arenas, en el sur de Chile, se reveló como una herramienta preciosa para los británicos, "porque nos avisaban cuando los cazas argentinos dejaban sus bases en el sur de Argentina" y permitían enviar a los aparatos británicos a su encuentro lejos de su flota.

"La alternativa hubiera sido montar patrullas aéreas bien lejos de la flota. Eso es extremadamente costoso", no sólo financieramente, sino en términos de desgaste para los pilotos, "y además no hubiéramos podido hacerlo con el pequeño número de aviones que teníamos en los portaaviones".

Edwards llegó el 14 de abril de 1982 a Santiago con una carta de la RAF y la misión de lograr, y coordinar luego, el apoyo del régimen chileno.

El 2 de abril, Argentina, gobernada también por una dictadura militar, había invadido las islas del Atlántico Sur, sobre las que reivindica su soberanía, dando inicio a un conflicto que duraría casi dos meses y medio y acabaría con su derrota.


Su plan.
Edwards, elegido entre otros motivos por su buen español -había estado en la embajada en Madrid- tenía claro que para conseguir sus objetivos debía cortejar al general Fernando Matthei, comandante de la Fuerza Aérea, con supuestas simpatías anglófilas, y miembro de la junta militar que gobernó el país entre 1973 y 1990.

La misión era secreta, y ni siquiera en la embajada británica sabían qué motivo había traído a Edwards a Santiago.

"Nunca había estado en Sudamérica, mucho menos en Chile, y esperaba una especie de lugar polvoriento, mexicano, de cowboys, como los que había visto en las películas del oeste cuando era un niño. Me asombró encontrar una ciudad próspera y moderna, con estándares europeos".

Los chilenos aceptaron ayudar en secreto -un secreto a voces que se confirmaría con la desclasificación en 2012 de los documentos británicos de la guerra- y a cambio se les daría para siempre el material militar que necesitaban.

"Nunca me reuní con Pinochet, fue deliberado. A menudo estuve en el mismo edificio que él, hablando con Matthei, salía al pasillo y ahí estaba Pinochet. Fue una estrategia deliberada, (el apoyo) no hubiera ocurrido sin su aprobación. Pero (Pinochet) quería una salida por si algo iba mal, poder decir `no sabía qué estaba haciendo Matthei`".

"Matthei asumió un gran riesgo, pero lo hizo por su país, porque sabía que si los argentinos ganaban aquella guerra, luego querrían las islas del canal de Beagle", objeto en ese entonces de fricciones entre los dos países sudamericanos, "y eso hubiera sido otra guerra".

"Lo que hizo Chile no sólo nos ayudó a nosotros, sino que evitó otra guerra en Sudamérica", asegura Edwards.

Apoyarse en un régimen brutal como el chileno no le supuso ningún conflicto al oficial británico. "El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Tengo mi propia opinión sobre las dictaduras y los derechos humanos, pero me las guardo. Uno lucha en una guerra con todo lo que tiene a mano. Ellos empezaron la guerra, pero nosotros teníamos que ganarla", afirma.

Años después, en 1998, Pinochet fue detenido en Londres a demanda de la Justicia española y Margaret Thatcher, la primera ministra en la época de la guerra, salió encendidamente en su defensa. Ella "sabía lo que los chilenos habían hecho por nosotros pero no podía decirlo, porque la información estaba clasificada. Yo pensaba, `si la gente supiera...`. El motivo por el que ella" defendió a Pinochet con uñas y dientes "era saldar una deuda de honor, porque les debíamos mucho a los chilenos".

Edwards fue condecorado con la Orden del Imperio Británico pero no en la lista de honores de la guerra de las Malvinas, para preservar el secreto.

EL BLOG OPINA

                              Todo lo arriba escrito es una irrefutable crónica. El tiempo se encarga de sacar la verdad a flote, sobre esa absurda guerra, pero guerra al fin. La moral es patrimonio sagrado que debe prevalecer entre hermanos aunque existan diferencias. 

Los chilenos no quedan bien parados no solo en esto sino con países hermanos como lo son Perú y Bolivia. A este último le niegan una carretera para que pueda comunicarse con el Pacífico (Bolivia no tiene puerto marítimo, salvo el de Buenos Aires que está muy distante). Justifican eso como "patriotismo", cuando es en realidad una mezquindad hacia un país modesto que necesitaría ser ayudado.