SIN ESE RESPALDO "HUBIÉRAMOS PERDIDO" LA
GUERRA, DICE OFICIAL DE LA RAF
Sin la ayuda de Chile, Gran Bretaña "hubiera
perdido" la guerra de las Malvinas, afirma Sidney Edwards, oficial de la
fuerza aérea británica (RAF), que en 1982 viajó a Santiago con la misión de
conseguir el apoyo del régimen de Augusto Pinochet.
Nuevos datos salen a la luz sobre el conflicto. Foto: AFP. EL PAIS URUGUAY
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Argentina - Rusia - Augusto Pinochet - Gran Bretaña -
Guerra de las Malvinas
LETCHWORTH - REINO UNIDO AFPsáb jul 12 2014
Edwards, vicecomodoro en la época, escribió un libro de
memorias sobre su experiencia en Chile, "My Secret Falklands War",
que se publicará a fines de julio.
"Hubiéramos perdido la guerra" porque "no
hubiéramos podido responder a los ataques aéreos que lanzaban los argentinos si
no hubiéramos sabido cuándo iban a producirse", explica Edwards, de 80
años, en un café de Letchworth, el pueblo a media hora de Londres en el que
reside.
La estación de radares de Punta Arenas, en el sur de
Chile, se reveló como una herramienta preciosa para los británicos,
"porque nos avisaban cuando los cazas argentinos dejaban sus bases en el
sur de Argentina" y permitían enviar a los aparatos británicos a su
encuentro lejos de su flota.
"La alternativa hubiera sido montar patrullas aéreas
bien lejos de la flota. Eso es extremadamente costoso", no sólo
financieramente, sino en términos de desgaste para los pilotos, "y además
no hubiéramos podido hacerlo con el pequeño número de aviones que teníamos en
los portaaviones".
Edwards llegó el 14 de abril de 1982 a Santiago con una
carta de la RAF y la misión de lograr, y coordinar luego, el apoyo del régimen
chileno.
El 2 de abril, Argentina, gobernada también por una
dictadura militar, había invadido las islas del Atlántico Sur, sobre las que
reivindica su soberanía, dando inicio a un conflicto que duraría casi dos meses
y medio y acabaría con su derrota.
Su plan.
Edwards, elegido entre otros motivos por su buen español
-había estado en la embajada en Madrid- tenía claro que para conseguir sus
objetivos debía cortejar al general Fernando Matthei, comandante de la Fuerza
Aérea, con supuestas simpatías anglófilas, y miembro de la junta militar que
gobernó el país entre 1973 y 1990.
La misión era secreta, y ni siquiera en la embajada
británica sabían qué motivo había traído a Edwards a Santiago.
"Nunca había estado en Sudamérica, mucho menos en
Chile, y esperaba una especie de lugar polvoriento, mexicano, de cowboys, como
los que había visto en las películas del oeste cuando era un niño. Me asombró
encontrar una ciudad próspera y moderna, con estándares europeos".
Los chilenos aceptaron ayudar en secreto -un secreto a
voces que se confirmaría con la desclasificación en 2012 de los documentos
británicos de la guerra- y a cambio se les daría para siempre el material
militar que necesitaban.
"Nunca me reuní con Pinochet, fue deliberado. A
menudo estuve en el mismo edificio que él, hablando con Matthei, salía al pasillo
y ahí estaba Pinochet. Fue una estrategia deliberada, (el apoyo) no hubiera
ocurrido sin su aprobación. Pero (Pinochet) quería una salida por si algo iba
mal, poder decir `no sabía qué estaba haciendo Matthei`".
"Matthei asumió un gran riesgo, pero lo hizo por su
país, porque sabía que si los argentinos ganaban aquella guerra, luego querrían
las islas del canal de Beagle", objeto en ese entonces de fricciones entre
los dos países sudamericanos, "y eso hubiera sido otra guerra".
"Lo que hizo Chile no sólo nos ayudó a nosotros,
sino que evitó otra guerra en Sudamérica", asegura Edwards.
Apoyarse en un régimen brutal como el chileno no le
supuso ningún conflicto al oficial británico. "El enemigo de mi enemigo es
mi amigo. Tengo mi propia opinión sobre las dictaduras y los derechos humanos,
pero me las guardo. Uno lucha en una guerra con todo lo que tiene a mano. Ellos
empezaron la guerra, pero nosotros teníamos que ganarla", afirma.
Años después, en 1998, Pinochet fue detenido en Londres a
demanda de la Justicia española y Margaret Thatcher, la primera ministra en la
época de la guerra, salió encendidamente en su defensa. Ella "sabía lo que
los chilenos habían hecho por nosotros pero no podía decirlo, porque la
información estaba clasificada. Yo pensaba, `si la gente supiera...`. El motivo
por el que ella" defendió a Pinochet con uñas y dientes "era saldar
una deuda de honor, porque les debíamos mucho a los chilenos".
Edwards fue condecorado con la Orden del Imperio
Británico pero no en la lista de honores de la guerra de las Malvinas, para
preservar el secreto.
EL BLOG OPINA
Todo lo arriba escrito es una irrefutable crónica. El tiempo se
encarga de sacar la verdad a flote, sobre esa absurda guerra, pero guerra al fin. La moral es patrimonio sagrado que debe prevalecer entre hermanos aunque existan diferencias.
Los chilenos no quedan bien parados no solo en esto sino
con países hermanos como lo son Perú y Bolivia. A este último le niegan una
carretera para que pueda comunicarse con el Pacífico (Bolivia no tiene puerto marítimo, salvo el de Buenos Aires que está muy distante). Justifican eso como
"patriotismo", cuando es en realidad una mezquindad hacia un país modesto que
necesitaría ser ayudado.
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