Diálogo con Fishel Szlajen, director de AMIA Cultura y Profesor en la UBA. Sin sentido de responsabilidad en nuestros gobernantes no hay acción posible preventiva ni correctiva, sino sólo más injusticia y futuras víctimas, advierte el rabino. Esto, a su vez, tiene su origen en un último estrato: la ausencia de la vergüenza de la casta política.Pablo Docimo- LA PRENSA Buenos Aires.
16.07.2019
Política
El rabino y doctor en Filosofía, Fishel Szlajen, posee más de 100 trabajos publicados en su área de investigación, recibiendo premios nacionales e internacionales por sus aportes culturales. Es el primer Rabino en haber sido nombrado Miembro Titular de la Vaticana Academia en Ciencias Bioéticas y recientemente fue galardonado con la máxima distinción que otorga el Senado Nacional, Mención de Honor Domingo F. Sarmiento, por su contribución académica para la mejora de la calidad de vida de sus semejantes, instituciones y comunidades.
Lo único hasta ahora actuado en términos reales y desde los estratos más relevantes para ello, es la generación de un aparato considerable de metodologías, letanías y fórmulas excusatorias, provocativas, denostativas e insultantes, argumentando lo absurdo y mintiendo descaradamente, todo lo cual no resuelve la problemática sino que la desvía y aumenta, posibilitando en definitiva la repetición de aquellos horrores.
Y sin este sentido de responsabilidad no hay acción posible preventiva ni correctiva, sino sólo más injusticia y futuras víctimas. Y esto de hecho atestigua una peligrosa falta de voluntad por considerar las formas en las cuales los errores del pasado reverberan y nos afectan en el presente repitiéndose, así como lo harán en el futuro.
Responsabilidad que luego permite construir un sistema de justicia. Y esto es porque la vergüenza tiene como particularidad el hecho de ser una emoción autorreferencial de la cual uno no puede escaparse, imposible de desdoblarse del mismo sujeto que la siente, incomodándolo intensamente por corroer su conciencia, y por eso demandándole en principio la toma de responsabilidad por él mismo, para luego extenderla hacia un tercero. Es por ello que lo esperado de una persona avergonzada es que pueda retractarse con una consideración genuina reparando su error sobreponiéndose a su egoísmo y no volverlo a cometer. De esta forma, si la vergüenza precede al sentido de responsabilidad para luego llegar a la justicia, se debe tomar nota de la actual peligrosa suspensión de esta vergüenza, explicando así la cancelación del sentido de la responsabilidad en lo social y político de la categoría de culpable y la consecuente denigración de la víctima y el desamparo de otras potenciales, resultando todo ello en la mencionada falta de justicia.
Hoy la cotidiana erosión de la vergüenza es aceptada y considerada como algo innato a la función pública, al punto de permitir utilizar la misma siniestra retórica para anular sistemáticamente todo vestigio de responsabilidad social y política, ahora como estrategia para socavar a las víctimas, dando impunidad a los culpables.
Y así, sin vergüenza en tanto el primigenio estrato para el sentido de la responsabilidad, en pos de ulteriormente conformar un sistema de justicia, el contrato social deviene inútil, sin sentido, ya que la autoridad de la ley no es gravitante y las instituciones carecen de toda seriedad e importancia.
EL PACTO
Este hecho nuevamente patentiza la absoluta nulidad de vergüenza, imposibilitando toda demanda interna de reparación y por ende una vacuidad de responsabilidad y justicia. Esta obscena oquedad fue clara y ostensible en aquellos funcionarios gubernamentales, orgánicos o inorgánicos, que patológicamente vilipendiaron al mismo fiscal Alberto Nisman, a la marcha del silencio, así como a otras manifestaciones similares, diciendo y desdiciéndose impúdicamente sobre su muerte, incursionando en el Poder Judicial pero manifestando que no lo hacen, difamando e insultando todo lo que se opone a sus ideologías o intereses de turno, pero que luego a modo de trámite burocrático piden burlescas disculpas para en otra oportunidad despacharse nuevamente con el mismo mecanismo discursivo.