Roberto Baradel |
La vocación docente es simple y es profunda: se trata de
responder preguntas. Es llamativo que un docente se enfurezca frente a una
pregunta. La educación es un juego racional, pasional y apasionante de
interrogantes y de respuestas.
Roberto Baradel se encolerizó ante una consulta
elemental: “¿En qué escuela trabajó?”.
Desplegó en el acto un show inusitado. Se paró de la mesa
en la que estaba siendo reporteado, intentaba con dificultad quitarse el
micrófono en tanto tomaba temperatura y crepitaba el tono de su voz. Mientras
el cable le descuajeringaba la camisa aseguraba enfurecido que la pregunta era
capciosa y aludía a su condición de amenazado.
Es interesante psíquicamente su reacción. ¿Por qué se
enojo? Si es docente y dio clases, no hay explicación para la dramatización
desplegada. Nadie lo descalificó.
Y las amenazas que ha recibido son claramente repudiables
y así se explicitó en el aire.
Dicho sea de paso, quien formuló la pregunta es mi hijo
Nicolás. Desde que pudo hablar formulaba preguntas sin detenerse: ¿por qué se
hace de noche? ¿Cómo no se caen las estrellas del cielo? ¿Por qué nos dormimos?
¿Por qué somos hinchas de Independiente? ¿Papá vos sos profesor? ¿Y donde das
clase? ¿Y por qué…?
Y fue así que se hizo periodista. Para preguntar.
Finalmente, Baradel consideró que Nico había olvidado lo
que había vivido cuando él, mi hijo, su hija Juli, y su mujer Laura, pasaron
largos meses bajo severa custodia policial debido a muy inquietantes
situaciones padecidas.
No Baradel. No nos olvidamos.
Me produce angustia recordar eso. Y me solidarizo con
usted Baradel por atravesar también una situación tan triste.
Una reflexión final. Todos los males que nos acosan,
podrían ser conjurados con una buena educación.
Porque con la mala educación que se manifiesta por
ejemplo cuando no contestamos lo que debemos contestar no vamos a ningún lado.
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