Publicado
por César Cervera Moreno el jul31, 2015. ABC Madrid
EL BLOG OPINA
Daría lo mismo que
fuera de cualquier parte, porque los hombres ante todo para llegar a serlo
deben nacer de mujer y será labor de la Providencia donde lo hicieren. Indudables fueron
las razones políticas de la época, que provocaron que naciera europeo, ofreciera sus
servicios a una nación que dispusiera de medios, fiabilidad del proyecto e intereses económicos para tamaña empresa. Da
lo mismo que fuera italiano, español, portugués o de otra nación europea, pero
imprescindiblemente navegante. Todo
historiador o aquel que así se considere deberá ser ante todo cronista; podrán
estos especular hasta donde le alcance
el paño sobre la veracidad de los hecho. También incluimos a los que de tales
apreciaciones son solamente voceros, pero deberá demostrar cualesquiera que sea, lo más fehacientemente
posible la autenticidad de la historia que les ocupa y esta obviamente no es el
caso. A pesar de todo la nota no deja de ser amena, ilustrativa, plausible del aforismo (se non è vero, è ben trovato)
Se quejan con frecuencia muchos historiadores con los que tenemos ocasión de hablar los que hacemos temas de historia en ABC.es, que las únicas investigaciones históricas que financian las autonomías y las alcaldías son las que les afectan directamente: nadie quiere invertir en Atapuerca, todos quieren encontrar su Atapuerca o su Altamira particular. Pero como la historia no suele responder a perogrulladas geográficas, lo único que ocurre es que el dinero se dispersa.
Se quejan con frecuencia muchos historiadores con los que tenemos ocasión de hablar los que hacemos temas de historia en ABC.es, que las únicas investigaciones históricas que financian las autonomías y las alcaldías son las que les afectan directamente: nadie quiere invertir en Atapuerca, todos quieren encontrar su Atapuerca o su Altamira particular. Pero como la historia no suele responder a perogrulladas geográficas, lo único que ocurre es que el dinero se dispersa.
Con el misterio de la nacionalidad de Cristóbal
Colón ocurre algo parecido, todas las comunidades y ayuntamientos quieren
descubrir que nació en su tierra y al final pocos invierten en resolver
realmente el enigma. Aunque, después de todo, puede que ni siquiera exista tal.
Colón fue genovés, así de simple.
Vaya por
delante que en mi opinión el lugar de nacimiento de Colón no desluce ni un
ápice, en caso de no ser español, el importante papel de Castilla en el llamado
Descubrimiento de América. No es relevante porque, indiferentemente de dónde nació,
el navegante recibió la ayuda española en el momento clave y se relacionó con
españoles la mayor parte de su vida. El sentimiento nacionalista, de hecho,
estaba formado de una sustancia demasiado leve a finales del siglo XV como para
otorgarle tanto peso.
Era, no
obstante, de los que devoraban con pasión cada nueva teoría aparecida en prensa
sobre la procedencia de Colón, y que veía en el afán de los hijos del marinero
por ocultar la biografía de su padre una prueba clara de que allí había gato
encerrado. Fue por un tiempo, como la edad del pavo. Hasta que distinguí con
claridad el clásico tufillo de mito a medio masticar. Todas las teorías sobre
su lugar de nacimiento dedican más esfuerzos en deslegitimar que naciera en
Génova que en presentar pruebas que defiendan sus hipótesis, salvo en el caso
de una: la de que naciera en la propia Génova.
En el
magnífico libro «Cristóbal Colón: primer almirante del mar océano» (1991), la
ya fallecida historiadora Lourdes Díaz-Trechuelo recuerda que sus contemporáneos
consideraban al marinero como un «extranjero», lo que en aquel contexto
significaba no nacido en Castilla. Si nos fiamos de su criterio, habría que
descartar de un plumazo todas las teorías sobre que fuera gallego, de
Guadalajara, extremeño o de otros rincones de Castilla, pero no que fuera
aragonés, catalán o valenciano.
En este sentido, Cristóbal Colón actuó igual
que cualquier «extranjero» hace fuera de su tierra, se rodeó durante toda su
vida de amigos genoveses, como ocurrió con los Esbarroya en Córdoba, Francisco
Pinelo, establecido en Sevilla, o Gaspar Gorricio, monje de la Cartuja de Santa María de
las Cuevas, entre otros. Varios documentos legales refuerza lo que decía pocas
veces en público: era genovés. En un documento, firmado por el propio Colón el
22 de febrero de 1498 ante notario, afirma que «siendo yo nacido en Génova, les
vine a servir a los Reyes Católicos aquí en Castilla», y reclama a su hijo
Diego que una vez fallecido él «tenga y sostenga siempre en la ciudad de Génova
una persona de nuestro linaje que tenga allí casa y mujer… pues que de allí
salí y en ella nací».
Cristobal Colón |
Por su parte, el testamento de su hijo mayor
–otorgado en Sevilla el 3 de julio de 1539– tampoco deja dudas: se identifica
ante un notario como «hijo de Cristóbal Colón, genovés, primer almirante que
descubrió las Indias». Puede que se limitara a seguir el hilo de la versión más
aceptada, pero en realidad no tenía razones para mentir a un notario: ser
genovés no era ningún crimen, ni reducía la influencia de su linaje en la Corte de los Reyes
Católicos.
Frente a
estas contundentes pruebas documentales, los defensores de que no nació en
Italia, sin embargo, han argumentado que el texto firmado por Colón es falso, o
bien apócrifo, y fue redactado dentro del contexto de los Pleitos colombinos
que mantuvieron sus descendientes con la Corona de Castilla. De una forma u otra, se trata
de pruebas más tangibles de las presentes en la mayoría de las otras teorías
que se agarran a las peculiaridades lingüísticas de su correspondencia, con
ciertos guiños aragoneses, y a otros detalles menores para defender sus
hipótesis.
Entonces, ¿por qué si existen tantas
evidencias se ha mantenido el misterio? Porque Colón y sus hijos guardaron con
rigurosa discreción los orígenes de su familia, sin ocultarlos completamente,
pero cuidándose de que nadie descubriera que el gran descubridor era hijo de
unos humildes tejedores. Así, fue el afán nobiliario de la época el que habría
empujado a Colón a ocultar el pasado de su familia; y no su nacionalidad.
La
versión más aceptada hoy en día es que Cristóbal Colón era nieto de Giovanni
Colón, tejedor de lana en Quinto, un pueblecito a pocos kilómetros de Génova. A
su vez, su padre, llamado Doménico, siguió el oficio familiar y se casó con la
hija de otro tejedor, Susana Fontanarossa. La esposa aportó dos casas como
dote, una en Quinto y otra en la ciudad de Génova, donde se trasladó el
matrimonio. Allí nació el descubridor, el primogénito, en una fecha cercana a
1451. Esto significaría que cuando realizó su primer viaje a América Colón
tenía unos 41 años, aunque según las crónicas de Bartolomé de Las Casas
aparentaba más edad.
Colón no
era de una familia pobre, pero si lo bastante humilde como para sentirse
intimidado por la obsesión sanguínea de la Corte de los Reyes Católicos. Y lo que es más
grave, sus padres se ganaban la vida con las manos. Puesto que todavía en
muchos rincones de Europa los trabajos manuales eran despreciados como propios
de gente de baja escala social, no es de extrañar que Colón ocultara sus
orígenes e incluso se atreviera a fanfarronear, sin aportar nombre alguno, de
que «no soy el primer almirante en mi familia». Posiblemente sí que lo fuera.
PD: Sé
que diga lo que diga un juntaletras como yo, habrá quien continúe despreciando
todas las evidencias genovesas sin aportar auténticas pruebas y seguirán
apareciendo nuevas teorías financiadas por los gobiernos locales. Algunas
traspasan nuestras fronteras: Colón era inglés dicen los ingleses, como si
fuera tan sencillo disimular la flema o prescindir de la hora del te durante
décadas.