Carlos Gardel |
Una exhibición de objetos, fotos y documentos
muestra en el Museo Histórico Nacional sus tres facetas: el hombre, el mito y
el artista.
POR IRENE AMUCHASTEGUI
Nueva York, 1935. Carlos Gardel junto al
Radio cerebro mágico RCA Victor. Promoción de su contrato de exclusividad firmado
en 1935.
Nueva York, 1935. Carlos Gardel junto al
Radio cerebro mágico RCA Victor. Promoción de su contrato de exclusividad
firmado en 1935.
El papel membretado, sepia, atesora la
certificada caligrafía de Carlos Gardel. Detrás del cristal de una vitrina la
carta traza, de puño y letra del artista, los detalles de un itinerario
fulgurante que hace ocho décadas segó la muerte: “Hoy te mando dos fotos
chiquitas para que te deas (sic) cuenta cómo estoy de pinta con el frac, estoy
hecho un galán bárbaro (…) Hoy salgo para Puerto Rico, después Venezuela,
Colombia, Cuba, Panamá, México, Guatemala … enseguida voy a Nueva York otra vez
para finalizar mis contratos y en el mes de julio estoy en esa. Tené paciencia
pues tengo que ganar dinero todo lo que pueda… ya te diré por telegrama dónde
debes escribirme. Muchos besitos y abrazos de tu hijo que te quiere y no te
olvida…” La figura de Doña Berta Gardés, la destinataria de esas líneas –rubricadas
con el consabido “tu hijo que te quiere y no te olvida” de todas las cartas que
le enviaba Carlos– monopoliza la primera vitrina de la muestra Carlos Gardel,
del hombre al mito , inaugurada el miércoles en el Museo Histórico Nacional. La
exhibición va desde el origen y la infancia del cantor y compositor hasta el
duelo popular que provocó la noticia del accidente del 24 de junio de 1935 en
el aeropuerto de Medellín, donde murieron Gardel y sus acompañantes. En ese
aniversario luctuoso, precisamente, coinciden éste y otros homenajes. Pero ni
“el hombre” ni “el mito” del título excluyen del recorrido a su motivo central:
el artista. Objetos personales, fotografías, documentos gráficos y
audiovisuales –algo más de cien en total, propiedad de la Fundación Industrias
Culturales Argentinas (FICA), que organiza la muestra– reconstruyen el trayecto
de un artista tan vertebral que su evolución es, también, la evolución misma de
la música popular rioplatense.
La muestra, montada por primera vez en
2011 (en el Festival y Mundial de Tango porteño) ahora se concentra en una sala
del MHN, donde permanecerá hasta el 26 de julio. Incluye objetos que,
despojados de su valor inmanente, jalonan la biografía gardeliana con una
jerarquía cercana al talismán. Como una guitarra de Casa Núñez que llegó a sus
manos en 1917. El Gardel guitarrista de los discos de 1912, sus primeras
grabaciones, en las que se acompaña precariamente y que hoy constituyen una
curiosidad arqueológica, era producto de la necesidad: ya en 1915, el dúo
Gardel-Razzano incorpora a un instrumentista acompañante. Para 1917, data
atribuida a esta guitarra de Casa Núñez, Carlos Gardel era mucho más que un
intérprete notable en el nutrido medio del canto criollo: era el flamante
creador de un género. Su grabación de “Mi noche triste” –de Pascual Contursi
sobre música de Samuel Castriota– ese mismo año, con el acompañamiento del
guitarrista José Ricardo, “el Negro”, sentó las bases estilísticas del
tango-canción, lo inventó tal como lo conocemos. El año es clave porque este
gesto, tan pleno de talento y de audacia, parte al medio la historia del
artista y del género: de un lado, “el francesito” del Abasto, parroquiano del
café O’Rondeman, el que se gana en la prensa los primeros apelativos de
“mirlo”, “zorzal” u otra clasificación ornitológica por su abordaje del
repertorio criollo, que nunca desertará; del otro, el solista incomparable que
terminará eclipsando su propio dúo con José Razzano, el que debuta en París, el
que construye el repertorio más representativo del género, el que se convertirá
en astro de cine internacional.
La muestra también recorre algunas de las
películas que tuvieron a Gardel como estrella: escenas emblemáticas rodadas en
Francia y en los Estados Unidos, una curiosa fotografía de backstage tomada
durante un almuerzo en el set, la galera de piel de castor que usó en la
película Tango Bar (rodada por Paramount en Long Island en febrero de 1935 y
estrenada en forma póstuma en Buenos Aires).
Una fotografía tomada en la cabina de un
avión precede en el recorrido a las tapas de los diarios que anuncian la
tragedia en cuerpo catástrofe. Es inevitable pensar en las cuantiosas
coincidencias apuntadas en forma retrospectiva por testigos y estudiosos de la
época, como la carta de Gardel a su amigo Armando Defino que cita su minucioso
biógrafo británico Simon Collier: “Ahora la vamos viajando en avión y ya te
imaginarás el fierrito de los guitarristas… Elogian la comodidad y la rapidez
del avión pero no ven la hora de largar. Hay que ver las risas de conejo de
todo el personal cuando se meten en los trimotores… Todo sea por el arte
criollo”.
En una de las vitrinas reposa la mítica
“libreta negra” cuya existencia también refieren Collier y otros biógrafos. Se
trata de un pequeño cuaderno de tapas negras de 48 páginas; Gardel lo compró en
la ciudad de San Nicolás, durante la temprana gira que emprendió, en 1913, como
parte de un cuarteto que integraba con José Razzano, Francisco Martino y el
experimentado Saúl “el Víbora” Salinas –apodado así por la forma y la expresión
de sus ojos–, que se desvinculó apenas iniciado el viaje. El cuaderno estaba
destinado a conservar los recortes de prensa que esperaba cosechar, y de hecho
obtuvo, en el transcurso esta tournée iniciática. “Crónica de mi gira
artística” es el título que lleva el cuadernito, del cual Gardel alcanzó a
ocupar catorce páginas. El último comentario, según consigna Collier, es del
diario La Tarde
de General Viamonte, está fechado el 18 de septiembre de 1913 y alaba a los
“tres criollos de pura cepa” que brindaron “gratas horas de reminiscencias
patrias, entonando con el sentimiento tradicional de nuestros gauchos hermosos
estilos y canciones varias”. Además de ser un testimonio de la gira, el cuaderno
señala, al truncarse, el nacimiento del célebre dúo Gardel-Razzano: a la
partida de Salinas siguió la de Martino, por razones de salud, después de la
actuación de General Viamonte, entonces “el Morocho” y “el Oriental” siguieron
de gira, en un dúo que suponían circunstancial y se sostuvo durante más de diez
años.
La libreta negra, igual que una buena
proporción de los objetos y documentos exhibidos (que ahora forman parte de una
colección de tango de la FICA
estimada en 40.000 piezas), provienen de la colección de Angel Olivieri,
tornero del barrio de Agronomía. Olivieri, quien durante cerca de siete décadas
custodió y acrecentó su tesoro de objetos vinculados a toda la historia del
género (con fantásticas piezas de Agustín Magaldi, Charlo, Azucena Maizani,
Ignacio Corsini, entre otros), murió en 2008. Fue parte de una elite de
apasionados y consecuentes gardelianos, junto con Hamlet Peluso, Bruno Cespi y
algunos más, que conservaron discos originales, partituras, fotografías,
cartas, documentación, prendas de vestuario, joyas y secretos. Había convertido
su casa en un museo de exclusivo uso personal, abarrotado de tesoros al punto
de ocupar íntegras las dos habitaciones de las que disponía, y en las que
apenas cabían su cama y una mesita de luz. Ninguna otra escena podría ilustrar
mejor la definición de Walter Benjamin: “Toda pasión linda con el caos y la
pasión de coleccionar limita con el caos de los recuerdos (…) ¿qué otra cosa
son estas posesiones que un desorden en el que la costumbre se instaló de tal
forma que puede revestir la apariencia de un orden?
Olivieri era la quintaesencia del
coleccionismo. Según Benjamin, “… la existencia del coleccionista se encuentra
en una tensión dialéctica entre dos polos: el orden y el desorden”. Lógicamente
esta existencia depende también de muchas otras cosas, por ejemplo de una
relación muy enigmática con la propiedad (…) Luego depende también de una
relación con los objetos que no destaca de ellos su valor funcional, es decir,
su utilidad, su carácter práctico, sino que los estudia como escenario o teatro
de su destino. También habla Benjamin –él mismo, voraz acopiador de libros– de
un escalofrío: el “escalofrío de la adquisición”. Y Angel Olivieri, aunque en
su búsqueda exhaustiva había agotado virtualmente las chances de hallazgos, y
aunque no ignoraba que era su propia “adicción” coleccionista, conocida, lo que
elevaba el precio de sus compras, siempre estaba esperando “alguna cosita nueva
que pueda aparecer por ahí”. Solía contar: “Comencé a los quince años, sin
darme cuenta. Primero fueron dos fotografías de Gardel que me regaló don Pepe
Razzano, que era amigo de mi tío, el compositor César de Pardo. Después compré
mi primer disco, con el primer sueldo que cobré como aprendiz de mecánico:
traía ‘La gayola’ con ‘Alma de loca’. Cuando quise acordarme no podía parar”.
Toda colección cuenta al menos dos
historias: la del objeto que tiene por destino y la de su propio, paciente
artífice. Las del estelar Carlos Gardel y el humilde Angel Olivieri pueden
sintetizarse en un reloj de cadena que forma parte de la muestra. Un Longines
de doble tapa de oro 24 quilates, con la dedicatoria: “Geniol a Carlos Gardel. 1930” . Era una de las piezas
más preciadas de Olivieri, que lo había recibido de Luisa Laurent, viuda de un
gran amigo de Gardel, Ernesto Laurent, quien a su vez lo había recibido de
manos de doña Berta. “Con sólo vender el reloj, salgo de perdedor. Pero sería
una canallada”, decía don Angel, y lo conservó hasta el fin de sus días.
La muestra Gardel, del hombre al mito se
nutre de material proveniente de la Colección de Angel Olivieri y de las colecciones
de Gustavo Segu, Juan J. Fenoglio y Guillermo Elias. Está abierta de miércoles
a domingo en el Museo Histórico Nacional, Defensa 1600. El miércoles 24, aniversario
de la muerte de Gardel, habrá una serie de conferencias a partir de las 17, de
las que participarán Fenoglio, Segu, la escritora Martina Iñíguez y Abel
Alexander, fotógrafo e historiador de la fotografía, entre otros. El mismo día
a las 18.30, en el Museo Casa de Carlos Gardel, Jean Jeaures 735, habrá una
conferencia de Julián Barsky (autor de una exhaustiva biografía junto a Osvaldo
Barsky) y un concierto del guitarrista Pablo Uccelli.
No hay comentarios:
Publicar un comentario