Astor
Piazzolla - Octeto Buenos Aires. La revolución post-francesa.
En 1957,
Piazzolla forma el Octeto Buenos Aires, integrado por figuras de primerísimo
nivel, tales como Enrique Mario Francini y Hugo Baralis en violines, Atilio
Stampone en piano, Leopoldo Federico como segundo bandoneón, Horacio Malvicino
en guitarra eléctrica, José Bragato en violoncello y Juan Vasallo en
contrabajo.
En los
inicios de esta formación, Roberto Pansera ocupó el, lugar que después
Piazzolla asignó a Federico y Aldo Nicolini fue el contrabajista, pero no
llegaron a grabar con el Octeto.
Este
notable conjunto alcanzó un nivel de creatividad que el propio Astor
conseguiría posteriormente muy rara vez igualar.
Piazzolla
cuenta en la contratapa de uno de los discos del Octeto que «en 1954, estando
en París, tuve la oportunidad de ver y escuchar a muchos conjuntos de jazz
moderno, entre ellos al octeto de Gerry Mulligan. Fue realmente maravilloso ver
el entusiasmo que existía entre ellos mientras ejecutaban, ese goce individual
en las improvisaciones, el entusiasmo de conjunto al ejecutar un acorde, en
fin, algo que nunca había notado hasta ahora con los músicos de tango. Como
resultado de esta experiencia nació en mí la idea de formar el Octeto Buenos
Aires. Era necesario sacar al tango de esa monotonía que lo envolvía, tanto
armónica como melódica, rítmica y estética. Fue un impulso irresistible el de
jerarquizarlo musicalmente y darles otras formas de lucimiento a los
instrumentistas. En dos palabras, lograr que el tango entusiasme y no canse al
ejecutante y al oyente, sin que deje de ser tango, y que sea, más que nunca,
música».
Gerry
Mulligan fue un arreglador e intérprete del saxo barítono, que se destacó en el
jazz moderno por su participación en la grabación de The Birth of the Cool, una
experiencia que tuvo como objetivo la presentación de nuevas composiciones y
arreglos para nueve instrumentistas, con la participación de talentosos
arreglistas, como Gil Evans, el mismo Mulligan, John Lewis, John Carisi y
solistas como Lee Konitz y Miles Davis, bajo cuyo nombre se editó dicho disco.
Otra formación que hizo popular el nombre de Mulligan fue su cuarteto sin
piano, que permitía una mayor libertad a los solistas improvisadores, por
cuanto no estaban atados a la armonía preestablecida por los acordes del piano.
Tal como
había ocurrido con sus formaciones anteriores, las actuaciones del Octeto
Buenos Aires eran muy esporádicas y, por lo tanto, resultaba difícil mantenerlo
en actividad. Sus integrantes se veían obligados a participar, en otras
agrupaciones para obtener la satisfacción económica que jamás el nivel creativo
de ese octeto podría, llegar a proporcionarles. Desafortunadamente, sólo pudo
grabar dos larga duración, el segundo con una deficiente calidad técnica de grabación.
En el primer disco, registrado para el sello Disc Jockey, incorporó las
composiciones "Haydée”, “Neotango”, “Anoné”, “El entrerriano",
“Tangology", "Marrón y azul", "Los mareados", "El
Marne" (¡de nuevo Arolas!), "Arrabal" y "A fuego
lento". Todos ellos son de gran calidad, pero sobresalen los cinco últimos
porque en ellos la creatividad de Astor se despliega en todo su esplendor.
Narró Piazzolla: «... Se me había metido en la cabeza que un día iba a tocar
“Arrabal”, un tango de José Pascual que en la versión de Vardaro me sonaba a
celestial. Nada es casual en la vida. A mi vuelta de París, en 1955, el primer
tema que arreglé para el Octeto Buenos Aires fue justamente ése,
“Arrabal"».
En el disco
posterior, un LP de 25 cm ,
el mismo diámetro de los 78 rpm, grabado para el sello Allegro, el nivel de
excelencia es parejo, y los seis tangos que incluye lo ubican como uno de los
hitos fundamentales de la discografía tanguera. Ellos fueron:
"Boedo", "Mi refugio", "Taconeando", "Lo que
vendrá", "La revancha" y "Tema otoñal". Son piezas
escritas, respectivamente, por Julio De Caro, Juan Carlos Cobián, Pedro Maffia,
Piazzolla, Pedro Laurenz y Francini; es decir, un puñado de creadores excelsos
en la historia del género.
Silueta de componentes del "Octeto" que intervienen en el reportaje |
Existe otra
versión de "Taconeando" por el Octeto, incluida en un CD de Music
Hall que lleva por título «Piazzolla/Berlingieri». Además de tangos
interpretados por la orquesta del pianista Osvaldo Berlingieri, en el disco se
encuentra esa diferente interpretación del mencionado tango de Maffia, como
también "Quinto año nacional" (de la banda de sonido de la película
homónima) por el quinteto (1960); "Lo que vendrá",
"Prepárense" y "Negracha" por la orquesta de cuerdas y
bandoneón (1957). Lo habitual: la edición no informa fechas ni personal, como
si se tratara de datos sin importancia.
* |
Luis Adolfo
Sierra, gran conocedor, de refinado gusto y de tradición decareana, que fue el
encargado de comentar en su contratapa el disco del Octeto grabado para
Allegro, escribió: «La vigencia de rígidos moldes tradicionales,
inexorablemente superados por el tiempo, ha venido postergando el natural y
necesario proceso de adaptación del tango a la influencia de renovadoras
corrientes evolucionistas, recogidas y asimiladas ya definitivamente, por las
más importantes manifestaciones musicales de otras latitudes, a través de la
inquietud de talentosos espíritus creadores (Bartók, Villa-Lobos, Chaves) que
han adecuado revolucionarios criterios de vanguardia a las expresiones
originarias de los distintos géneros».
El maestro José Bragato próximo a cumplir 100 años de edad en compañía de su huja Elsa. Diciembre de 2014, en Mar del Plata |
«El Octeto
Buenos Aires —prosigue Sierra—, en sus modernas concepciones estéticas y
avanzadas realizaciones técnicas, rompe totalmente y sin concesiones con
regresivos convencionalismos, que anquilosan al tango, en sus potenciales
riquezas de contenido y forma.» Dada la importancia del Octeto Buenos Aires
como hecho de ruptura y elemento fundamental en la evolución de la música de
Buenos Aires, también merece la pena citar a Carlos Kuri en su libro Piazzolla.
La música límite: «No podría compararse el estallido inédito que provocó la
multitud de hallazgos musicales del Octeto Buenos Aires con los tanteos del
mismo Piazzolla en los arreglos para Troilo, tampoco con la entrada de Salgán
en el universo orquestas, y ni siquiera con el grupo de obras con que Piazzolla
en el inicio de los '50 precedía un golpe inaugural; obras ya distintas y
sugestivas, pero todas conciliables con las orquestas típicas de ese momento».
«Este es el
punto exacto —afirma Kuri— donde se inscribe el nacimiento del tango
contemporáneo, punto de no retorno, inicio de la última mutación en, el
interior del tango... No ha de ser únicamente por la cantidad de elementos
técnicos que pone en la trama de sus arreglos: la politonalidad, la diversidad
rítmica, variaciones bandoneonísticas en quintillo y seisillo de fusas; ninguno
guarda el secreto que engendra una época, pero aquí comienza de una manera
inexorable el antes y el después de Piazzolla».
El maestro Leopoldo Federico recientemente fallecido, el 28 de diciembre de 2014 |
Y añadía
Sierra: «Sobre la piedra angular del clásico sexteto de tango... se aumentaban
las dimensiones numéricas y expresivas con el aporte del cello y la llamativa
incorporación de la guitarra eléctrica. Pero no se trataba de estructurar
fríamente un conjunto instrumental de ocho ejecutantes para luego barajar los
nombres de sus componentes. No creo, por ejemplo, que Piazzolla pensara en la
guitarra eléctrica sin tener presente el nombre de Malvicino; lo mismo con
Francini, Bragato, Baralis, Stampone. Hay un sentido orgánico y funcional en
esta constructiva iniciativa. No se trata de ofrecer la caprichosa originalidad
de no tener cantores y engolfarse en la pedantezca actitud de que se escuche y
no se baile. Se trata de todo un itinerario en la revalorización estética».
Horacio
Malvicino, al evocar ese período, dice: «Conocí a Astor en un club de jazz, en
donde por 1955 se reunían todos los amantes de las nuevas corrientes
jazzísticas: el Bop Club. Ahí asistía un grupo de gente que seguía la línea
bop, que había arrancado en Estados Unidos en 1947 con Charlie Parker y otros
músicos que estaban en la avanzada del jazz. Astor iba todos los jueves y ahí
nos encontrábamos. Un día me oyó improvisar: «Eso es lo que quiero en mi
octeto, un tipo que sepa improvisar.», me dijo y me llevó con él. Sabiendo de
antemano hasta dónde daba yo con mi instrumento, escribió partes improvisadas
para mí, sobre todo los finales. Encima de una gran instrumentación que tenía
todo el conjunto, yo tenía libertad de ir improvisando. Todo esto enfureció a
los tangueros... era la locura total».
En cambio,
Piazzolla, viendo un costado más amargo, recordaría tiempo después: «El Octeto
Buenos Aires, en 1955, fue un impacto artístico, pero el trabajo no duró mucho.
Para grabar hubo que hacer concesiones, prácticamente regalar los derechos. Lo
mismo me pasó con otro LP, Tango en hi-fi. La gente no conoce ni le importa
quién es el empresario que lo pone a la venta, pero sí sabe y admira al artista
que lo hizo. El que puso el dinero de su bolsillo para pagar a la mayoría de
los músicos que hicieron la grabación fui yo, mientras que la ganancia desde
entonces se la llevan otros. Todavía estamos en litigio. ¿Pero a quién le
interesa, quién defiende a los creadores?».
Del libro
"Astor Piazzolla El tango culminante", de Julio Nudler, Aldo Delhor y
Laureano Fernández, Editorial La Página S.A., Buenos Aires, 2001.
No hay comentarios:
Publicar un comentario