Los presentadores. Del Prado, Sábat, Barcia, Hanglin, Moscariello y tres chicas de Landrú. |
"Landrú
¡El que no se ríe es un maleducado!" se presentó anoche en la Legislatura porteña.
El legendario humorista, de 91 años, recibió un cálido homenaje.
POR MARCELA
MAZZEI REVISTA Ñ 06.03.2014
Fue un
aplauso emocionado el que recibió Juan Carlos Colombres pese a que no estuvo
presente –porque, a sus 91 años, “no está para emociones fuertes”–, ayer,
cuando se presentó el libro Landrú. El que no se ríe es un maleducado: 464
páginas que compilan por primera vez sus viñetas producto de seis décadas de
trabajo. Fue en el Salón Dorado de la Legislatura porteña, donde la flamante edición de
Alpha Text sirvió de pretexto para un homenaje al dibujante que hizo reír a
varias generaciones y atravesó etapas de la historia argentina con un humor
absurdo, de salón. Los presentadores fueron el editor del libro, Horacio del
Prado – hijo de Calé, talentoso humorista gráfico de los años 50 y 60–; el
periodista Rolando Hanglin y el artista plástico y caricaturista de Clarín,
Hermenegildo Sábat, junto al anfitrión Oscar Moscariello, legislador.
Juan Carlos Colombres (Landrú) |
Personalidades
como los presentadores y Rosendo Fraga, Sendra y Rogelio García Lupo, entre
otros, pusieron en palabras las razones de su legado, a través de prólogos a
cada uno de los diez capítulos del libro, publicado como parte de un trabajo de
rescate que lleva adelante la Fundación Landrú.
“Su humor
no incluye ironías, resentimientos ni revanchas... ”, escribió su colega
Hermenegildo Sábat, que destacó su elegancia en el periodismo argentino.
A modo de
seguimiento biográfico, el libro alterna textos y viñetas con líneas de tiempo
que abonan el clima de época. El primer capítulo resalta el día en que –ya
abrazada la vocación, a los siete años con la anécdota fundacional de su
reescritura de La Biblia –
el joven Colombres debutó como dibujante: una viñeta de Faruk (Jorge Palacio)
lo muestra junto a Lino Palacio, director de Don Fulgencio. Allí, en la
revista fundada el 17 de octubre de 1945, el mismo día en que nació el
peronismo, Landrú comenzó su carrera. Y fue Faruk quien le señaló el detalle:
con barba se parecía a un asesino serial francés, Henri Desiré Landru, y
enseguida el humorista adoptó su apellido, con acento en la u, como seudónimo.
Armado
con seudónimo y con la candidez de la juventud, encontró la fórmula para hacer
humor político en tiempos convulsionados. Mientras trabajaba en Tribunales, sus
dibujos y caricaturas circulaban en revistas como Cascabel, Vea y Lea y Pobre
Diablo. Cuando debutó en Don Fulgencio, hacía apenas semanas que había
finalizado la Segunda
Guerra Mundial. Una década más tarde, veía derrocado al
peronismo justo cuando sus personajes florecían con ímpetu, inspirados en su
entorno: para “El Sr. Porcel” se inspiró en su propio padre, adepto a las
discusiones políticas; mientras que su amigo y compañero de Tribunales, Rogelio
García Lupo, sería “Rogelio, el hombre que razonaba demasiado”; y su tía Cora
le dio letra a la “Tía Vicenta”, una señora que sin saber mucho amaba opinar de
política.
Capítulo
aparte le dedica el libro a Tía Vicenta, su proyecto independiente: una revista
de la que fue director. Fundada en agosto de 1957, llegó a vender 500.000
ejemplares por semana. En sus páginas firmaron Caloi, Sábat, Quino, Oski, Copi,
Siulnas, Garaycochea, Oscar Grillo, entre una pléyade de renovadores del humor
gráfico. Allí se publicaron también las primeras fotografías intervenidas como
parodia de los estilos periodísticos “serios”.
El 17 de
julio de 1966 salió su último número. Algunos políticos como Aramburu o
Alsogaray, se habían resignado a ser dibujados como vacas o cerdos; Onganía se
vio convertido en morsa, no le gustó y lo censuró.
El
capítulo “Talento mata censura” muestra cómo Landrú hizo de las dificultades
protagonista de sus propias creaciones. Una nueva era lo tenía como estrella en
las páginas de la revista Gente y la actualidad y de Clarín,
poco después de recibir el Premio María Moors Cabot de la Universidad de
Columbia en 1971. “En los 70 todavía las influencias de las señoras gordas de
doble apellido, católicas, castradoras y eurocéntricas eran más fuertes”,
escribe Sendra en su prólogo. “Y él supo plasmar a esa clase social, y a sus
arrabales como una auténtica autopsia donde quedaban a la vista prejuicios,
aspiraciones y frustraciones que estaban en el inventario de casi toda la clase
media y alta argentinas”, resume quizás su mérito más sobresaliente, el de
haber interpretado los vaivenes de un mundo cambiante, y haber dejado una
marca. Fue él quien le puso de nombre Villa Cariño a la zona conocida así, en Palermo
y el país; él acuñó la frase “gente como uno” para sintetizar las incómodas
manías de pertenencia de clase en una sociedad sacudida por el peronismo; y de
su puño salió el presidente Arturo Illia caracterizado como tortuga, imagen que
se instaló en nuestra historia.
Presente
a través de un video grabado por su nieto, Landrú pidió que sus colegas lean el
libro y que “le den su opinión”.
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