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domingo, 29 de marzo de 2015

Wynton Marsalis en el Teatro Colón


27 MAR 2015 | 09:55
Por gillespi - LA RAZÓN

                                             Para cualquier trompetista del mundo, la sola posibilidad de ver tocar a Wynton Marsalis transforma un día cualquiera en un día excepcional. Más allá de gustos personales y disquisiciones teóricas, Wynton es un ícono de la trompeta en el jazz desde hace más de 30 años. Emergente de una familia de músicos, el pequeño trompetista aprendió a tocar en la banda de su padre Ellis Marsalis, quien desde el piano dirigía a sus jóvenes hijos: Wynton en trompeta, Branford en saxo, Delfayo en trombón y Jason en batería.

Poco tiempo después, el joven Wynton probó suerte con el legendario baterista Art Blakey y sus “jazz messengers”: un grupo de temerarios músicos por donde desfilaron los mejores solistas del mundo. Los trompetistas Clifford Brown, Lee Morgan, Freddie Hubbard (todos ellos superlativos) fueron los antecesores de Marsalis en el grupo.

 La característica de los jazz messengers eran los temas ejecutados a tempos vertiginosos (muy difíciles de tocar por la velocidad), característica típica de grupos liderados por bateristas. En medio de ese vértigo, Wynton surfeaba los arreglos a velocidad con total suficiencia. Después de un breve protagonismo en el jazz moderno, dedicó sus últimos años al estudio del jazz tradicional. Un buen día dejó de ver hacia adelante para fijar su atención en el pasado. En los comienzos del jazz y su era de oro en los años ‘50, sus discos dieron un giro radical hacia los clásicos de Duke Ellington, Louis Armstrong y Count Basie.

El Lincoln Center es un edificio ubicado en el centro de New York que incluye varias salas para conciertos, salas de ensayo, biblioteca y aulas para promover el jazz entre los jóvenes estudiantes de música. Wynton Marsalis es el director del Lincoln Center y desde su oficina vidriada del último piso mira la ciudad, atiende a los músicos, responde mails y toca la trompeta.

Su misión en la vida es promover y enseñar el jazz en todo el mundo. Para esto ha armado una orquesta (más bien una Big Band) de la cual es el director y uno de los arregladores. Los otros integrantes también escriben arreglos y dirigen alternativamente. El repertorio consiste en nuevos arreglos de los clásicos del jazz de los años ‘50 en adelante.

Sin dudas, el jazz es el patrimonio cultural más importante de los norteamericanos (en el resto de los géneros musicales, la paternidad es compartida con otros países) y Wynton oficia como una especie de embajador del jazz en el mundo.

La misión de la Lincoln Center Orchestra es girar por el mundo manteniendo viva la esencia del jazz. Los conciertos por la noche y las clases abiertas al público durante las tardes mantienen a sus músicos ocupados todas las jornadas.

En el marco de esta gira, que los ha llevado por toda Latinoamérica, el escenario del Teatro Colón resultó la gran sorpresa para Wynton y sus músicos. Según me contaron, no escatimaron elogios para el teatro desde que pisaron el escenario. También actuaron en Puerto Rico, México, Perú, Chile, Uruguay y posteriormente a la actuación en nuestro país, siguen con varios conciertos en Brasil (el único concierto suspendido fue en Caracas, debido a las tensiones diplomáticas entre Estados Unidos y Venezuela).

La excelencia de la Lincoln Center Orchestra es evidente desde el primer compás del primer tema. Como decimos los músicos: “Se suenan todo”. Entran al escenario en medio de una ovación y muy lentamente se sientan en sus lugares. Delante de cada silla, un atril con las partituras. Wynton entra último, agradece con la mano y se ubica en la fila de las trompetas, a la usanza clásica (no delante de todos, como podría esperarse). Recordemos que en las orquestas, las trompetas van al fondo de todos (por el volumen superior al resto), más adelante los trombones y en la fila de adelante, los saxos y flautas (bastante menos explosivos que las trompetas).

Desde allí atrás, asomando su cabeza por arriba del atril de las partituras, Wynton dirige, hace gestos, mueve las manos, arenga a los solistas y festeja cada una de las frases inspiradas de alguno de sus músicos. El público del teatro Colón, un poco frío al comienzo, fue tomando confianza y a los tímidos aplausos siguieron estruendosas ovaciones y gritos después de cada inspirado solo.


El jazz le sienta muy bien a una ciudad como Buenos Aires. Y por un momento, el centro porteño se movió al swing del mejor jazz del mundo.

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